Cada desaire gubernamental al Turismo es corresponsabilidad de la desunión del sector

Un nuevo consejo de ministros ha nacido, y nuevamente ninguno de los deseos del mayor generador de empleos de España se ha cumplido. El desprecio político hacia el Turismo es constante, por encima de colores políticos, aunque algunos sean más abiertamente turismofóbicos que otros. Pero los desaires persisten en importante parte debido a que el sector sigue sin saber organizarse y unirse.

Nunca como este pasado año y medio ha quedado más en evidencia el impacto para el Turismo de no tener en el consejo de ministros a un integrante en exclusiva o al menos con otra cartera con sinergia, o incluso con una figura de gran peso político. España ha sido el país más afectado por la crisis del coronavirus, y su sector principal el más ninguneado a diferencia del resto de países de nuestro entorno.

El sector no es capaz de hacerse oír ni hacer valer su peso ante los líderes políticos. La desunión es un mal histórico, debido en cierta parte a la atomización de la industria en múltiples gigantes con destacado peso internacional. Pero la desunión obedece sobre todo a una pléyade de empresarios que ha usado a los lobbies para su bien propio por encima del principal.

Varios de los lobbies turísticos actuales han estado controlados por empresarios con excesiva dependencia del dinero público. Con estas amarras es difícil defender al sector cuando se hace necesario cantar las cuarenta al poder político. Las autoridades prefieren un sector poco fiero, y para ello hace falta líderes afines y al sector dividido.

Las agencias de viajes lograron en su momento unirse, y eso se tradujo en victorias impensables años antes, de igual modo que los hoteleros consiguieron algo similar. Sin embargo, a nivel turístico, con la Mesa del Turismo, la Comisión de Turismo de CEOE y Exceltur, la división está suponiendo un peaje carísimo no solo para el sector, sino para el músculo económico de toda España.