El presidente de Meliá ha escrito un valiente articulo sobre la situación turística que padece la Comunidad balear, la que más le duele. Gabriel Escarrer es un empresario de talla internacional y curtido en muchos frentes globales pero mantiene su mallorquinidad a rajatabla por el amor y la pasión que siente por su tierra (¿Hacia la segunda balearización?).
El artículo está muy documentado, con unas comparativas meridianas y explicativas y, además, bien redactado. Todo lo que dice Escarrer Jaume es cierto, de pe a pa. Sus colegas de las islas deberían salir en tromba a corroborar lo dicho por el hotelero más universal de nuestro país.
Pero el hotelero mallorquín es muy retraído, bastante manfutista y siempre espera que otros den la cara por el sector turístico. Lo manifestado por Escarrer es lo que ellos piensan, pero lo suyo tiene más valor por cuanto su empresa cotiza en Bolsa y siempre está más expuesto que sus colegas. Riu, Barceló, Llull, Fluxá, etc., ya están tardando en hacer algo similar.
Un par de acotaciones, sin embargo, al artículo sobre la segunda balearización. El director del Plan Sectorial, Antoni Riera, es un gran economista, en efecto —!y una gran persona!— pero lleva años, lustros y décadas elaborando informes que o bien no se llevan a cabo por negligencia de las autoridades o porque no acaba de dar con las teclas adecuadas.
En su descargo razonado sobre la masificación, Escarrer Jaume se olvida, inconsciente o no, de la incidencia negativa de los cruceristas, que abarrotan las calles y apenas dejan dinero. Son turistas de horas que hacen intransitables las calles céntricas de Palma, Capri, Venecia, Málaga, Ámsterdam y tantas otras ciudades.
El presidente de Meliá se centra en Habtur y no cita a Airbnb. A esta plataforma hay que cuestionarla porque es la médula del gran problema habitacional de las Baleares y de otros destinos de España y el extranjero. Además, se ríe abiertamente de los hoteles con sus anuncios insidiosos.
Pero a lo que íbamos: faltan artículos esclarecedores, pedagógicos y vigorosos como los de Escarrer. Los hoteleros medianos, o sus agrupaciones, sean las cadenas o la Federación, también deberían manifestarse en los mismos términos. Y perderle por fin miedo al miedo.
Siga el canal de Preferente en WhatsApp a través de este enlace. En él encontrará las noticias más relevantes del día del periódico con mayor audiencia turística del mundo. La suscripción, totalmente gratuita, se puede llevar a cabo realizando un solo clic (únicamente desde el teléfono móvil). Una vez registrado podrá activar las notificaciones, que por defecto vienen en silencio.
Vivo en las Islas Baleares. Y como muchos de mis vecinos, cada vez me cuesta más reconocer el lugar que una vez llamé hogar. Lo que antes era una comunidad tranquila, con familias, trabajadores y gente que saludaba en la calle, hoy se ha convertido en un escaparate de consumo rápido, ruido constante y apartamentos turísticos donde antes había hogares.
Los pisos turísticos están arrasando con la posibilidad de tener una vida digna en nuestra propia tierra. Se están convirtiendo en el cáncer silencioso de las Baleares, alimentado por la avaricia y la falta de voluntad política para ponerle freno. Cada vez hay menos pisos disponibles para alquilar de forma estable, y los pocos que hay tienen precios absolutamente desorbitados. ¿Cómo puede ser que una persona con un sueldo medio tenga que dedicar más del 50% de sus ingresos a pagar un alquiler? ¿Qué futuro nos espera si los jóvenes no pueden emanciparse y los mayores tienen que irse porque ya no pueden permitirse quedarse?
Y no hablemos de la compra de vivienda. Es un lujo reservado para inversores extranjeros o grandes fondos que compran edificios enteros para luego transformarlos en alojamientos turísticos. Mientras tanto, los residentes de toda la vida somos expulsados poco a poco de nuestras propias ciudades y pueblos. La gentrificación no es una amenaza futura: ya está aquí.
El perfil de cliente que llega a estos pisos turísticos no es, además, el que nos beneficia como sociedad. No hablo del turista que viene con respeto, que se interesa por nuestra cultura y que deja dinero en el pequeño comercio. Hablo del turismo de borrachera, del que viene a exprimir la isla durante unos días como si fuera un parque temático, sin pensar en el impacto que deja. Ruido, suciedad, incivismo. Vivimos rodeados de despedidas de soltero, botellones improvisados, scooters que invaden aceras y playas convertidas en escenarios de fiestas interminables.
Y todo esto lo sufrimos los que estamos aquí todo el año. No hay derecho a que en pleno verano sea imposible moverse por las calles, ir al médico o encontrar aparcamiento porque la saturación es insoportable. No hay derecho a que tengamos que madrugar más para llegar a tiempo al trabajo porque el transporte público está colapsado. No hay derecho a que nuestros hijos no puedan ir al colegio del barrio porque las familias han tenido que mudarse a 30 kilómetros de distancia.
Esto no es turismo sostenible. Esto es depredación pura y dura. Es una economía que enriquece a unos pocos y empobrece la calidad de vida de muchos. El turismo no puede ser excusa para justificar la destrucción del tejido social de las Baleares. Porque si expulsamos a la gente que vive aquí, que trabaja aquí, que cuida de este lugar los 365 días del año… ¿qué queda?
Es hora de regular, de limitar, de proteger.
Necesitamos leyes valientes, controles reales y una visión de futuro que no dependa solo del dinero que entra por temporada alta. Queremos vivir aquí, no sobrevivir.
100% de acuerdo con los comentarios de Alberto. Y, en general, con el artículo.
Totalmente de acuerdo con Alberto, este año ya nos pasará factura. Creo que ha llegado el momento de migrar ante la pasividad de quienes nos gobiernan y la actitud sin freno que tienen los empresarios y sus ansias de facturar cada vez más y obtener más beneficios. Los que queden o quedemos cada vez trabajaremos más y nos costará mas llegar a fin de mes hasta la extinción de la clase obrera en Baleares. Salu2.