El Caribe se lleva el dinero de la modernización hotelera

La oferta hotelera en las zonas turísticas tradicionales de España está, en términos generales, bastante degradada: son establecimientos envejecidos, desfasados, construidos hace 40 años o más, que requieren de inyecciones de dinero muy importantes para poder reposicionarse en segmentos más altos del mercado. ¿De dónde tiene que salir el dinero? Por supuesto, sólo a algún iluminado -que lo hay- se le ocurriría pedir la intervención pública: este es un desafío del sector privado, de los empresarios.

La cuestión es espectacularmente compleja y nos pone en una situación que es muy difícil de salvar porque, para decirlo en un lenguaje simple: hay que estar muy loco para gastar el dinero en la reconversión hotelera, en las condiciones actuales.

Estos hoteles se construyeron cuando los viajeros europeos de clases medias empezaban a viajar; el Mediterráneo era absolutamente fenomenal porque daba unos meses de calor con unas playas magníficas y a distancias muy cortas, óptimas para la aviación aún algo arriesgada de aquellos momentos. El dinero fluyó y las obras se amortizaron velozmente. Excelente coyuntura.

Pero este no es el escenario de hoy. Ni lo puede ser. La requerida renovación exige que las cuentas cuadren. Como es lógico, los empresarios harán números antes de invertir un euro. La pregunta que se formulan es ¿cuántos años tardaré en amortizar la inversión que tengo que hacer? No es una pregunta baladí, porque cualquier empresario serio tendrá en mente que en el Caribe un hotel puede llegar a amortizarse en cuatro años, gracias a ocupaciones del 90 por ciento durante 12 meses al año. ¿Vamos a exigir a España el mismo nivel de retorno? No, pero un empresario me decía hace unos días que ha hecho los números para una renovación en profundidad de un hotel fantástico en un lugar ideal y las cifras eran desoladoras: 40 años para recuperar el dinero. Cierto es que se trataba de un enclave especialmente estacional, pero para otros destinos españoles más flexibles, excepto Canarias, el retorno se produce en plazos de 15 a 18 años, siguiendo los patrones actuales que, no lo olvidemos, son excepcionales.

¿Usted, si dispusiera del dinero, invertiría en España, para asumir estos riesgos, cuando en otras regiones las rentabilidades son espectacularmente mayores?

¿Por qué nos está pasando esto? El problema reside en dos puntos: por un lado en la facilidad con la que nuestros clientes viajan a destinos más alejados. Hemos de pensar que hoy, una semana en régimen de todo incluido en un hotel del Caribe puede costar 800 euros por persona. Obviamente, no todos viajan al Caribe, pero esta cifra marca inequívocamente por dónde se tienen que mover los precios en España. Y eso afecta profundamente a nuestro negocio. Pero hay un segundo punto: los hoteles en el Caribe y en menor medida de Canarias tienen una temporada de hasta 12 meses, con lo que la inversión produce mucho más ingresos y, en consecuencia, se amortiza antes.

Así, pues, este es el enorme reto que tiene la Costa Brava, Mallorca, la costa del Sol o la Costa Blanca: es necesario reinvertir para que la planta de alojamientos no quede desfasada, pero con el marco económico estructural que tenemos (porque esto no tiene que ver con la crisis), el panorama es desolador.

Ni que decir tiene que el hotelero que me explicaba los números que acababa de hacer se explicaba dando por supuesto que no iba a acometer una inversión así. Lo cual, en mayor o menor medida, desde mediados de los 90 viene sucediendo con cualquier empresario que sea responsable con el futuro de su proyecto.