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EDICIÓN ESPAÑA

LA CRÓNICA DEL FIN DE SEMANA

El accidente de Santiago debería profesionalizar el tren español

La política ha dejado a los técnicos ferroviarios en un segundo plano, con un papel marginal
Las decisiones anunciadas en Madrid, antes de analizar las causas del accidente, demuestran la lógica de la política, no de la gestión

Renfe, Adif, el ministerio de Fomento y todo lo que envuelve al sistema ferroviario español tienen que aprovechar el accidente de Santiago como impulso para su profesionalización definitiva, quitando los intereses políticos del medio de una actividad fundamental para el crecimiento de este país. Este accidente, que hasta ahora ha servido aparentemente para hacer política, debería ser el punto de partida para que este sector de la actividad entre, como tantos otros, en una vía de seriedad y rigor, alejadas del el electoralismo que tiende a estropear toda la gestión.

 

Tanto por los datos de cómo se concibió y puso en marcha la operación ferroviaria de esta línea de alta velocidad, como por los detalles del propio accidente, como por la propia actuación posterior de los gestores, la tragedia de Santiago ha vuelto a apuntar a que España está mucho más lejos de Alemania y Gran Bretaña que de países como Ecuador o Argentina, donde estos asuntos son caldo de política barata, donde un 'caudillo' recuerda permanentemente quién hizo el tren, quién fija las tarifas para los votantes, quien está detrás de cada cosa que funciona bien. Ya podíamos intuirlo cuando veíamos noticias como “Fomento decide duplicar el número de trenes que circularán entre x e y”, como si fuera una decisión graciosa del político de turno y no una necesidad derivada de la demanda; o cuando nos dicen que “el Ave es un compromiso con el pueblo” de esta región, sin que nadie sepa nada sobre los costes, ni sobre la demanda, ni sobre la rentabilidad, ni sobre la viabilidad técnica.

 

Tras la tragedia de Santiago, los titulares de los periódicos volvieron a poner sobre la mesa la triste realidad: “El BNG acusa al PSOE de haber inaugurado un ferrocarril que no estaba en condiciones”; “Fomento revisa la velocidad en las curvas”; “Feijoó dice que hay intereses en perjudicar a España”; “El PSOE dice que hizo el tren de acuerdo con los requisitos más estrictos”; “El cambio de proyecto permitió a Blanco inaugurar el AVE a Galicia”. Todos han visto votos y allí están, metiéndose en algo de lo que no tienen la menor idea.

 

En un país serio, el tren es un sistema más de transporte, que compite con la carretera y con el avión. En un país serio, las decisiones en materia ferroviaria se toman en función de criterios técnicos, estudiados por los expertos en la materia. En un país como un día deberemos llegar a ser, el gobierno se debe limitar a fijar los criterios de operación, a controlar que la competencia es legal y a fomentar un cierto equilibrio entre los tres sistemas de transporte, por razones estratégicas y ecológicas. Hacer trenes para captar votos siempre es un fracaso y una ruina.

 

En un país de risa, todos los técnicos ferroviarios,que los hay, miran al ministro de turno para ver qué tienen que hacer. Cuando el ministro dice que “quiero que este tren circule en dos meses”, aunque se trate de cruzar el Himalaya, entonces se aplican las soluciones que sea para que por lo menos el primer viaje se pueda hacer (el túnel de Piqueras parece un ejemplo de estos absurdos). Y después ya veremos. Cuenta la inauguración, con la televisión en directo, con las cintas, con el pueblo enardecido. Cuando el ministro dice “que aparezca el culpable del accidente”, aparece alguien, da igual si tiene o no tiene responsabilidad, porque se trata de demostrar que estamos ante políticos con autoridad, con decisión.

 

Nadie se imagina que tras el accidente del avión de Asiana en San Francisco, el secretario de Transportes de Estados Unidos pudiera comparecer ante el Congreso para anunciar que harán las pistas más largas, o que prohibirán que los aviones vuelen más bajo o más alto. Simplemente todo el mundo entiende que las causas del accidente se analizarán y que se tomarán las medidas que técnicamente sean obligadas. Y nadie se pondrá una medalla, ni nadie se la quitará. Es un tema profesional, doloroso, pero que cabe afrontar con la ciencia y la gestión, no con las ruedas de prensa.

 

Europa nos está empujando empecinadamente hacia la profesionalización del ferrocarril, a la que nuestros gestores se resisten. Sin embargo, este accidente debería haber supuesto un paso decisivo para que todos comprendamos que el tren no es diferente a otros modos de transporte, que necesitamos que el Estado fije las normas y sus prioridades, pero que dejemos que los profesionales entendidos en el tema gestionen aquello que es complejo, sutil y delicado.

 

Para entendernos: lo que es política y deberíamos erradicar es salir al Parlamento una semana después del accidente para anunciar 20 medidas especiales. ¿Pero ya sabemos las causas del accidente? ¿Pero ya se han determinado cómo se corrigen esos fallos? Como ejemplo, se habla de limitar la velocidad en las curvas, como si el accidente hubiera ocurrido a 80 kilómetros por hora, la velocidad máxima fijada en el sitio del descarrilamiento. No, aunque la velocidad hubiera estado marcada a 50 o a 30, el conductor se habría olvidado de frenar, lo cual demuestra el oportunismo barato de estas medidas, pensadas para atender a una exigencia de las relaciones públicas, de demostrar que hay alguien al frente de todo esto.

 

La ministra, el PSOE y hasta los pintorescos nacionalistas gallegos deberían dar un paso hacia el futuro, renunciar al tren como arma electoral, profesionalizar la gestión, crear indicadores de calidad, y dejar este asunto en manos de quienes se han formado para operar este transporte. No sé si viajaremos con más seguridad porque un accidente le puede ocurrir hasta a los meticulosos alemanes, pero por lo menos dejaremos de ser el hazmerreír del mundo; por lo menos sabremos que no respondemos buscando un titular de prensa sino una solución a un problema. 


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    ELBER
    10 años

    Completamente de acuerdo.

    Yo he trabajado en la "pública" y he conocido variadas tipologias de político, que nada tienen que ver con siglas.

    Esta el que directamente no sabe (yo tuve un ginecologo y una profesora de bilogia como diputado y concejala de turismo!!!). Este suele convertirse en despota de república bananera, y como decía Churchill, solo preocupado por "la próxima elección". Nada de visión de futuro por supuesto y solo preocupado por su sillón y por gestionar esas agencias de colocación llamadas partidos.

    La variante de politico que se deja aconsejar por el técnico, suele ser un "rara avis" ya que, y esto lo he visto y oido, si no tiene suficiente cuota de pantalla, desde su partido suelen darles un "toque", ya que tienen la obligación de que si no hacen algo, por lo menos parezca que lo hagan.

    Y por supuesto, el político puro, el que solo hace oposición de hooligan al partido contrario, independientemente de si él es quien gobierna.

    Con esta casta (cada vez mas) asentada en todos los resortes, es muy dificil que un técnico sea cápaz de, si no imponer, por lo menos ser escuchado, ya que muchas veces solo puede estar perdiendo el tiempo con las ocurrencias del día a día de estos señores, señoras y señoros.

    Un día A al día siguiente B, y que no pase algo entre medias que nos lleve a C a mitad de la jornada. Copiar lo que hace la ciudad de al lado, aunque nos quintúplique en población y en infraestructuras. Levantar "pirámides" (también llamadas aeropuertos, palacios de congresos, tranvias...), algo que lleve mi sello imperecedero para la humanidad. Soy un regalo de Dios a los hombres. Soy político.

    Pais....

    José Luis Piñeiro Vidal
    10 años

    Exceso de los jueces (603). José Luis Piñeiro Vidal. Abogado.

    En los países democráticos las leyes, con el asesoramiento técnico y los condicionantes que corresponda, se discuten y se dictan en el Parlamento. Desde entonces obligan a todos, también a los jueces. He dicho “con los condicionantes” porque ningún parlamento puede ignorar que los recursos económicos siempre son escasos. Si así no fuero, no veo por qué no íbamos a tener los mejores médicos, los mejores hospitales, las mejores universidades y colegios, la mejor organización de la justicia, las mejores carreteras (sin curvas, por ejemplo) los mejores puertos, la mejor flota naval, los mejores edificios y puentes, las mejores armas defensivas, las mejores pensiones, etc.

    Los políticos que discuten y aprueban las leyes no son unos malvados. Legislan dentro de “lo que es posible” porque los recursos ni caen del Cielo ni la solución es el endeudamiento generalizado como parece que ahora descubrimos. Hay ecuaciones clásicas en la economía que, tarde o temprano, se cumplen: si se invierte más de lo que se ahorra, hay que endeudarse, es decir, hay que pagar intereses con lo que el endeudamiento generará la equivalente menor inversión futura.

    Puesto que la responsabilidad de los políticos es legislar y que no disponen de recursos ilimitados para hacer lo mejor, los jueces se han de limitar a interpretar y aplicar las leyes, sin que les sea dada la facultad de “ir más allá”. Lo digo a propósito de la decisión del Juez, Sr. Aláez, que entiendo que “va más allá”. Nadie duda que se puede construir una vía férrea de altísima velocidad de Santiago a Madrid sin una sola curva. ¿Aparte del sinsentido, tenemos recursos para pagar tal aberración?: No. La realidad es que todos los países del mundo tienen vías férreas y carreteras con muchas curvas, a veces peligrosas, con deficiente señalización, etc. Hay situaciones manifiestamente mejorables en sanidad, educación, justicia, seguridad, infraestructuras, en general pero sólo poco a poco se pueden ir corrigiendo en atención a los recursos económico – financieros disponibles. Lo demás son sueños.

    ¿Son sueños o son una de tantas manifestaciones de la pérdida del sentido común o de la negación de la responsabilidad individual como reminiscencia de las doctrinas de Sigmund Freud, de las ensoñaciones socialistas de abdicación de la responsabilidad, por las circunstancias del medio, cuyo exponente máximo ha sido, desde los años 50 del siglo pasado el famoso Dr. Spock, que con olvido de la ética y responsabilidad individual, o disfrazando su búsqueda, orientándola hacia los escalones superiores de la organización?

    Al parecer el tren accidentado ya había circulado por el lugar fatídico durante unos seis meses, sin incidentes. Sólo cuando la obligación -responsabilidad individual- no estuvo presente se produjo lo que ya sabemos. Hay miles de autobuses que circulan a diario por carreteras, a veces infernales, que sería suficiente con una brevísima distracción del conductor para que 40 – 50 personas perdieran la vida y no por ello tiene facultades ningún juez para imputar a los técnicos que proyectaron la carretera o los políticos que no tomaron decisiones para corregir todas las curvas, todos los puntos negros, todas las defectuosas señalizaciones, etc.

    No es posible disimular la responsabilidad individual, que es el fundamento ético de toda sociedad, y exigírsela a otros o compartirla con éstos, sean técnicos o políticos, porque es la individual, la básica, la de abajo, la primera, la que debe suplir las carencias de las otras ya que, si así no fuera, no habría progreso porque nunca habría suficientes cautelas precautorias para casos como el comentado.

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