Aprender de los errores, clave para la recuperación turística de 2014

Estas son fechas para hacer balance del año que nos abandona y de hacer previsiones para el que comienza. Sin embargo, muy pocos en España se acuerdan ya de 2013, un año lamentable en términos generales. Nadie quiere hacer balance de 2013, sino de los siete años largos de crisis económica que ha arruinado una generación, ha causado un fuerte retroceso en el país y nos ha vuelto a poner en la situación en la que estábamos hace diez o doce años. No se trata de despedir un año, sino media década, para que no vuelva más.

En materia turística hay tres grandes realidades, bien diferentes entre sí. Por un lado, el negocio emisor, basado en la venta de viajes de todo tipo a los residentes en España. Si toda la economía ha padecido la crisis, el viaje de placer, y en menor medida el de negocios, han sido quienes han sufrido más. El dato del cierre de siete mayoristas de viajes es sólo un indicador de la profundidad de la crisis, del drama laboral de miles y miles de especialistas en este sector. En segundo lugar, el turismo receptivo, que se divide fundamentalmente en dos grandes áreas: urbano y vacacional. El primero, el hotel de ciudad, ha sufrido tanto que podemos decir que ya no existe, que los que quedan son propiedad de los bancos, acreedores de unos propietarios arruinados y amortizados; la hostelería vacacional, en cambio, no sólo ha ido bien, sino que ha tenido en 2013 el mejor año que se recuerda. Es decir, poderosas y profundas contradicciones que, mirando las cosas con cuidado no lo son tanto: quien depende del mercado español está hundido, quien depende del extranjero ha funcionado bien.

2013, para quienes las cosas van mal, no ha sido un año importante, sino que ha sido el último de una serie insufrible que ha arrasado todo lo que se ponía por delante. Para ellos, existe la esperanza seria de que 2014 sea el año del cambio de tendencia, el del inicio del repunte. Para las agencias de viajes y para los mayoristas, podríamos estar ante el inicio de la recuperación, que requerirá de muchos años para devolvernos a situaciones de prosperidad. Para el alojamiento urbano, para lo que aún queda, es un momento prometedor, del que puede surgir un sector más profesional y con la lección aprendida de no endeudarse más de lo que sea aceptable en un escenario negativo.

Y, finalmente, también 2014 tiene lecciones para el alojamiento turístico, aunque esto sea mucho menos trascendental para ellos.

El inicio de la salida de la crisis debería producirse acompañado de una reflexión respecto a lo que ocurrió en  los años locos. ¿Se hicieron las cosas bien? ¿Era evitable una crisis de esta profundidad? ¿Pudo el sector turístico afrontar con más soltura una coyuntura tan negativa?
Obviamente, la crisis no la causó el turismo, sino la ausencia de gobiernos y la apuesta alocada por la construcción como motor de la economía. También es evidente que el turismo no podía evitar sufrir una coyuntura tan adversa. La pregunta para el turismo es si se podrían haber abordado las cosas de otra forma, si no se asumieron riesgos desmesurados.

Aunque los lunes todo el mundo acierta la quiniela, es desable reflexionar sobre cómo algunas empresas turísticas habían crecido más de lo que deberían, cómo muchas actuaron como si aquel 'boom' fuera a ser eterno, acudieron a la banca como si nunca se fuera a tener que devolver el dinero que pedían, cómo se expandieron sin ocuparse de consolidar el crecimiento, de asentar la presencia en el mercado. Baste ver la locura de marcas comerciales lanzadas al mercado y que hoy ya no existen. Algunos ejemplos de expansión, como el caso de Orizonia, son dignos de ser recordados para que aprendamos de las experiencias ajenas.

En el sector de la hostelería de ciudad las cosas no difirieron demasiado. Hasta las camareras de habitaciones habían incorporado la palabra “apalancamiento” a su vocabulario diario. Cada sede de grupo hotelero urbano tenía un gran mapa de ciudades españolas en el que cada día se colocaba una banderita, independientemente del rendimiento de cada plaza, de los costes inmobiliarios, de la demanda. Todo era cuestión de ir al banco y pedir más dinero y poner más banderitas en el mapa. La caída, por supuesto, no sólo se llevó por delante a las cadenas del área (siguen los nombres, pero casi ningún propietario), y ha dañado a la banca que, si no fuera que ya tiene bastante con el problema del 'ladrillo', se acordaría toda la vida de sus errores en este sector.

En el sector vacacional las cosas han ido bien, pero fundamentalmente porque desde hace unos 15 años las cosas no van tan bien, con lo que los empresarios han sido más cautos, han medido más sus inversiones y, finalmente, se encontraron con menos deudas para acometer la crisis.

Salir del agujero es un deseo universal para el año que se inicia, pero más importante que ello es haber aprendido de los errores cometidos para que en el futuro no volvamos a vivir una crisis de esta naturaleza y dimensiones.