Siete días en Mallorca: lecciones y contra-lecciones

Nadie en su sano juicio podrá poner en duda que la isla de Mallorca, cabeza visible de las Baleares, es un predio ideal para someter a revisión la deriva turística, entre otras cosas, porque vive de ello y es, básicamente, su monocultivo.

De ahí que decidiera pasar una semana en una maravillosa isla mediterránea que recorrí casi de palmo a palmo, sin visera, sin anteojos, sólo con la pluma en ristre y el ojo avizor.

Lo primero que debo decir y escribo es que como español me alegro enormemente del esplendor de una tierra de mi país que ha progresado tan extraordinariamente gracias al turismo. Lo segundo, que como castellano de tierra adentro, aunque tenemos nuestros vinos extraordinarios, siento envidia de esa pujanza y de ese futuro gracias a la principal industria española que unos idearon, otros materializaron y finalmente otros disfrutan.

En los días previos al corazón de la Semana Santa, al menos, y también ya bien entrada, no pudo percibir aglomeramiento alguno en ningún punto cardinal de Mallorca. Ni en Alcudia, ni en Palma, ni en Andraxt ni en Valldemossa. Los restaurantes estaban a media entrada y las carreteras a media asta. De modo que no entiendo esa criminalización del turista por parte de algunos gestores del actual gobierno regional y autonómico. Lo que vi entre los que realmente sostienen la Isla, es decir, los empresarios turísticos, los comercios, los restauradores, los que alquilan coches y los que venden perlas, es un deseo de crecer, legítimo deseo por lo demás. Afán por mantener sus negocios y aún acrecentarlos. Ganas de luchas por lo hecho y por el futuro. Es lo que debería preocupar, digo yo, a los políticos que al fin y a la postre saben menos que los profesionales y viven de lo que aquellos amasan.

Me ha gustado personal y específicamente los pueblos del interior como Valldemossa y Andraxt, amén de Deia. Digo sus pueblos. En este último he comprobado que le han puesto al gran Robert Graves una casa/museo lo que viene a demostrar que no sólo de playa vive el turista. ¡Magnífica iniciativa! Podría ser copiada en muchos puntos de España pero no se hace. Me agrada que Mallorca, una isla, repleta de calas y playas, apunte en esa dirección. Y también he visto calidad en los servicios al menos los que yo he demandado. Tanto en los alojamientos, como en la restauración , etc…

ESTABILIDAD

Según me han relatado personas que se han hecho multimillonarias con el turismo, por lo tanto, saben lo que se traen entre manos porque algo tendrá el agua cuando la bendicen, lo que necesita Baleares es estabilidad política. Parece ser que “Podemos” o su confluencia balear está poniendo en jaque al Govenr de Francina Armengol que se lo podría tener bien ganado. No es por ahí por donde necesitan los intereses generales de la Comunidad Balear vehicularse. Una inestabilidad gubernamental daría lugar a una proliferación de intervencionismo –más aún del que en estos momentos hay- y concluiría en la casa de tócame roque.

LA CONTRALECCIÓN

Si los gestores públicos de Baleares persisten en sus estúpidas consideraciones (y medidas) respecto a la industria monocultivo de su tierra es muy probable que el deterioro de la misma sea un hecho en breve plazo de tiempo. Hay que dejar a los principales actores montar su propio espectáculo y el que más chifle, capador.

Hay infinidad de destinos al menos tan bellos como Mallorca, más baratos, aunque hoy por hoy menos equipados, dispuestos a acoger lo que otros desprecian.

Definitivamente y por decirlo todo: tengo para mi que los actores principales son tan principales que los secundarios (los políticos chorroborros) durarán menos que un caramelo a la puerta de un colegio.