Los tripulantes y el claroscuro objeto de deseo del Meliá Cohiba

En el Meliá Cohiba pega fuerte el norte. Las aguas del mar embravecido han llegado estos días dos calles más arriba de la suya, a orilla de Calzada. El gigante hotelero del malecón sigue siendo el establecimiento preferido de los tripulantes de las aerolíneas que vuelan a La Habana desde todo el mundo. Incluso los cenizos de Copa ahora lo echan de menos, una vez que también siguen viendo fantasmas hasta en el hotel de la Quinta que les cobija desde hace poco más de un año.

El hall del Cohiba, o lobby como llaman aquí, está poblado estos días de comandantes y copilotos de todas las edades, desde veteranos de Air Europa a punto a de jubilarse a jóvenes veinteañeros, prácticamente críos, de la aerolínea panameña. Las azafatas, ateridas las mayores, o sea, las de Iberia, echan de menos la piscina. Pero es que el frío por la tarde-noche es tan duro en la capital cubana como cuando pega el calor en verano. Zumba el mango, en expresión local.

Coincido en el hotel con ese clon de Juan José Hidalgo que es su hermano Mario, al que alguien en esta casa bautizó como el quinto hijo. Tan mico, tan iracundo, lo veo de lejos con mala cara. Ha venido a negociar el precio de las habitaciones de los tripulantes y no se le ve con buen gesto. El Meliá Cohiba, como el Iberostar Parque Central, ha subido los precios de forma considerable, de un 30 a un 40 por ciento, tal como adelantó este digital (Cuba: el viento corre a favor de las cadenas hoteleras implantadas). Precios en concordancia con la gran demanda.

Una azafata de Air Europa con unos cuantos trienios me dice en el lobby bar que el menor de la saga de los Hidalgo está echándole un pulso de película a Tuñón, ese bien plantado director. Por un puñado de dólares, ¿te acuerdas? Está en lucha el compañero Mario, como Clint Eastwood ante Gian María Volanté, ese malo del film que musicó el gran Morricone. Los tripulantes, que no quieren irse del Cohiba, asisten impávidos a las negociaciones del pequeño y desatado Hidalgo.

Los responsables del Cohiba tampoco quieren que las tripulaciones de Globalia se vayan del hotel. Están contentos con ellos, se quejan poco y, además, son los más numerosos de todas las compañías que aquí se alojan: un vuelo diario más dos extras a la semana que hacen para Cubana. Sus colegas de Iberia protestan más. O al menos son más exigentes. El sindicato de estos es muy estricto con el alojamiento de los pilotos y los tcps. No sé cómo acabará la película: MH no es Eastwood y JT, mucho menos, Volante.

Los de Copa, tan raritos, y los de Evelop, tan normalitos, se fueron al Miramar y al Habana Libre. Pero ansían volver. Estos más que aquellos. Los panameños también ven deambular fantasmas por los pasillos del nuevo hotel, según me cuentan en un vuelo a Bogotá, y ya no culpan tanto al Cohiba. ¿Fantasmas en todos los hoteles de La Habana? Los españoles, próximamente con tres vuelos semanales, piden a gritos el retorno. Pero la pela es la pela. O el CUC. Ya tú sabes, mi hermano.

Dejo el Cohiba y me voy a La Habana vieja y veo detrás del Palacio de la Artesanía el sinfín de bares y cafeterías que se están montando por las calles adyacentes a Aguiar, todos ellos en manos privadas. En manos de jóvenes con iniciativa que le están dando un aire al entorno, que me recuerdan, intercaladas con galerías de arte, a las de Montmatre. Y al aterrizar en SDQ me encuentro con el Hidalgo senior que viene en son de paz. Un guerrero camino del Hamaca...