Tenerife Sur pide una segunda pista que no necesita

El aeropuerto Reina Sofía, del sur de Tenerife, tuvo durante 2016, algo menos de 67 mil operaciones aéreas y unos 10,4 millones de pasajeros. El Reina Sofía dispone únicamente de una pista para aterrizajes y despegues. El aeropuerto londinense de Gatwick, por su parte, también dispone de una única pista, pero tiene 271 mil operaciones aéreas anuales y por sus instalaciones pasan unos 45 millones de pasajeros. Es decir, cuatro veces más que Tenerife Sur.

Cualquier persona responsable comprende que entre las 67 y las 270 mil operaciones (aterrizajes o despegues) anuales hay mucho margen para el crecimiento de este aeropuerto, sobre todo si tenemos en cuenta que la construcción de una pista aérea es muy costosa y los recursos, como es obvio, son limitados.

Sin embargo, el pasado 11 de enero, Roberto Ucelay, el presidente del Círculo de Empresarios y Profesionales del Sur de Tenerife, se descolgó en la prensa local pidiendo la construcción de una segunda pista para el aeropuerto, con plazos concretos. El argumento más poderoso de los empresarios tinerfeños es que Tenerife Sur “es el único [aeropuerto] que tiene una sola pista entre los primeros diez del país, por volumen de pasajeros”. Añadió que “no tiene sentido que todos los aeropuertos españoles con entre seis y nueve millones de pasajeros cuenten con dos, tres e, incluso, cuatro pistas”, mientras su tierra apenas tenga una pista.

Ucelay no presenta ningún estudio sobre congestión, sobre posibilidades de uso de los recursos actuales, porque simplemente es imposible ofrecer dato alguno que avale el dislate de pedir otra pista.

Sin embargo, tiene razón cuando dice que otros aeropuertos, también sin cifras que justifiquen la necesidad, tienen más pistas. Lo que viene a denunciar Ucelay es que el disparate se ha extendido por todo el país. Vean el caso de Barajas: cuatro pistas, 378 mil operaciones y 50 millones de pasajeros. Comparemos con Londres Heathrow: dos pistas, 476 mil operaciones, 75 millones de pasajeros (2015).

No intentemos entender la denuncia de Ucelay desde el punto de vista de la racionalidad sino de la emotividad: se trata de reivindicar para sentirse queridos, para sentirse poderosos. No es una petición que proceda de los empresarios sino de la sociedad en general. Por ello ocupa portadas de periódicos que también sienten que conseguir esa pista es bueno para el orgullo de la patria pequeña.

Sin embargo, disponer de dos pistas supone un incremento espectacular del gasto en el aeropuerto (mantenimiento, señales, consumos, medidas de seguridad, bomberos, recursos materiales para gestionar la terminal, etcétera) que se tiene que traducir en más costes operativos, que se tiene que traducir en más precio para el usuario. Todo lo cual termina por ser un freno para quienes quieran volar a Tenerife Sur y, en definitiva, para la función que quiere cumplir el aeropuerto.

Con razón, dirán que estos costes van a un saco común en el que apenas se notará la diferencia, pero eso es lo mismo que ha llevado a que nuestros aeropuertos sean carísimos, a que nuestra administración pública sea ineficiente, a que haya que pagar más y más impuestos por servicios muy inferiores a los que reciben en otros países europeos. En otras palabras, la alegría de estos pedidos, tan frecuentes en toda España, son la ruina del país, ahogado en deudas e incapaz de poner límites a los disparates. Recordemos el Ave, los aeropuertos sin viajeros, los palacios de congresos o centros artísticos casi sin uso. Satisfecha la vanidad, quedan las facturas.