O'Leary contra O'Leary

Michael O'Leary, el director general de Ryanair, ha anunciado una y mil veces que el Brexit puede paralizar el negocio de la aviación en Europa. Tanta alarma ha creado que ha dado incontables ruedas de prensa anunciando que cualquier día todos los aviones se deberían quedar en tierra, sin volar, para desgracia de todos. Incluso, llegó a crear una sociedad Ryanair UK, porque decía que así cuando se produjera el bloqueo, con Ryanair Irlanda podría volar por Europa mientras que con Ryanair UK podría mantener los escasos vuelos interiores que tiene en el país.

En todo caso, sus pronósticos catastrofistas han sido incontables, permanentes, chillones como le gustan a él. Hasta ayer. Ayer su compañía llegó a un acuerdo con el grupo Stobart, propietario de un pequeño aeropuerto al este de Londres –desde donde hace ya unos años que opera Easyjet–, para instalar allí otra base aérea más. ¿Una nueva base, con más aviones, para dar más servicios, cuando el tráfico aéreo entre Europa y el Reino Unido está a punto de paralizarse? El acuerdo para operar desde el aeropuerto de Southend es por cinco años. ¿Cinco años cuando apenas quedan diez meses para esa terrible crisis que O'Leary no ha parado de anunciarnos? ¿Cómo es posible que un hombre tan visionario haya firmado un acuerdo que le compromete, cuando durante los últimos cuatro años de su vigencia no podría volar?

Ryanair y su director general tienen el mérito de haber popularizado el viaje 'low-cost' en toda Europa, pero también han batido los récords de ridículo, haciendo afirmaciones absurdas que ni ellos mismos se creen, como demostró ayer con toda claridad.

Ayer, el acuerdo anunciado por O'Leary tiene el problema de ir contra las afirmaciones del propio O'Leary, cuando decía que la aviación británica no se podría sostener. Es, en definitiva, O'Leary contra O'Leary. Uno de los dos está en lo cierto, pero obviamente el otro está equivocado.