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EDICIÓN ESPAÑA

Globalización versus occidentalización

Uno de los mayores problemas que las empresas occidentales encuentran para entrar en Asia reside en lo que yo denomino el “complejo de superioridad” de Occidente. Dicho complejo es la certeza incontestable de que el sistema político de Occidente, la democracia liberal, es el mejor, de que la organización social, el estado del bienestar, es superior y de que el sistema económico que se enseña en las escuelas de negocios y se aplica en las empresas multinacionales cotizadas en Bolsa es el único digno de ser considerado. Y todo ello, sin que yo me posicione en este artículo es, repito, incuestionable, hasta el punto de que, el que se atreva a hacerlo, se convierte en un paria, un marginado.

 

Como las reglas que rigen el mundo y la historia la escriben los ganadores y hasta hace poco Occidente ha dominado el mundo, esa “superioridad” que presupone que es Occidente el que dicta e impone como deben ser las cosas, no causaba mayor problema, aparte de la sorpresa que causaba el modus operandi de las grandes multinacionales japonesas, las únicas que había en Asia hace 20 años.

 

Sucede, sin embargo, que de unos años a esta parte, estamos asistiendo a un cambio tectónico en la “propiedad” del liderazgo y el poder, un cambio de Occidente a Oriente. Un cambio, acelerado por la permanente crisis occidental, tanto económica como de valores y por el exponencial crecimiento económico en Asia. Y aún hoy, muchas empresas occidentales y sus directivos se dan por “no enterados” y, en consecuencia, fracasan al entrar en Asia. Y el gran problema es que no se pueden permitir este fracaso. El no estar en Asia significará para muchas empresas el fin de su existencia.

 

Asia, además, ha ganado consciencia de su papel en el mundo y está decidida a liderar o a coliderar, pero no a seguir a Occidente. La oportunidad para Occidente reside en el carácter asiático, en el que prima la harmonía y se evita el conflicto. Su posición de entrada no es “ahora mando yo”.

 

En este momento Occidente, sus gobiernos y sus empresas deberían apostar por una verdadera globalización, un mundo y una empresa con aportaciones de todos y respeto a todos. Globalización hasta hoy ha sido sinónimo de occidentalización, es decir que la estrategia es la que se enseña en las escuelas de negocios de Estados Unidos, el Reino Unido, Francia y España, que los objetivos son los que las Bolsas occidentales quieren oír y que el desempeño de directivos y empleados se basa en las expectativas occidentales de lo que es bueno y malo, correcto e incorrecto. Permítame que les diga que ahora es Asia quien escribe las reglas y quien escribirá la historia y que jamás aceptará la occidentalización, que no es más que una forma refinada de colonización. Asia puede aceptar la globalización real. La otra alternativa es la orientalización de Occidente. De momento podemos elegir.


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