El desgobierno del turismo

Esta temporada turística está demostrando ser absolutamente excepcional. Coincide un año en el que los turistas europeos están dispuestos a gastar, con un problema persistente en la oferta turística en los mercados del Cercano Oriente, con la irrupción del alquiler vacacional, que ha puesto el producto patas arriba introduciendo una cantidad de oferta que nadie hubiera dicho que iba a caber. Esto supone que este año tenemos millones de turistas más, porque hemos incrementado la oferta de forma desmedida, incluso descontrolada.

La relación entre oferta y demanda se ha regulado siempre mediante el precio. Si se quiere turismo de calidad, hay que tener precios altos y menos oferta. Todo los demás son rollos. Miren Suiza y entenderán cómo va esto. No hay secretos. Por lo tanto, millones más de turistas significa también caída de la calidad. Obvio.

La raíz de nuestros problemas es que no hay políticas. Ni Madrid sabe qué quiere, ni las autonomías reman en el mismo sentido, ni la propia sociedad tiene un criterio de qué hacer. Lo ha denunciado brillantemente en esta columna Ignacio Vasallo: sin políticas, no hay posibilidad de gestión. La realidad es que estamos en manos de aficionados.

Baste leer día sí día también los despropósitos del pobre consejero de Turismo de Baleares que hoy dice una cosa, mañana la contraria, que quiere que sus votantes no se enfaden con él pero al mismo tiempo pretende estar contra de la masificación, cuyos compañeros de gobierno pretenden lo contrario que él, mientras sus municipios –incluso del mismo partido– lo corrigen y, al final, la casa sin barrer.

Es incompatible satisfacer el anhelo de todo propietario de piso de tener inquilinos que paguen precio de hotel de cinco estrellas con la lucha contra la saturación turística. Mientras no se entienda y se sea coherente con esto, España va a vivir este caos, en el que, como es natural, los fanáticos tienen su caldo de cultivo.

Un poco más de gobierno, de criterio, de dirección corregiría los problemas. Si no, lo hará el mercado, de forma cruel. Desde luego, 2018 no será un año tan masivo que el 2017, aunque nuestros políticos no hagan nada para ello, que no lo harán.