El riesgo oculto de la aviación

Con enormes dificultades, superando obstáculos inconcebibles, finalmente parece emerger la evidencia de que el aire que los viajeros y tripulantes de los aviones modernos puede estar contaminado por productos químicos muy peligrosos que pueden filtrarse de los combustibles de la aeronave. La Organización Mundial de la Salud parece admitir que esto es un hecho al que tal vez le falten datos, pero que esencialmente ha o está ocurriendo. Unicamente el Boeing 787 estaría a salvo de estos riesgos, debido a que los circuitos del aire acondicionado de la cabina están alimentados por canales complemente diferentes a los de los motores.

El asunto empieza a ser identificado con claridad y, rápidamente, algunas aerolíneas están reaccionando con eficacia: Easyjet dijo ayer que iba a poner filtros en sus circuitos, para garantizar que el aire de la cabina no corre el riesgo de contener los productos tóxicos que provocan serios problemas de salud.

Para los viajeros normales, que tienen un vuelo de uvas a peras, el riesgo es mínimo, pero para los viajeros más frecuentes y muy especialmente para los tripulantes, que dedican parte de su vida a viajar en una cabina de avión, es fundamental que este problema se conozca en detalle, que se hagan evidentes los datos, y que consecuentemente se adopten las decisiones urgentes que garanticen la seguridad y la salud del colectivo.

No estamos hablando de un tema menor; no estamos hablando de una hipótesis, ni de de un riesgo despreciable; hablamos de vidas humanas, por lo que es fundamental que la industria de la aviación, que tiene el gran mérito de haber reducido radicalmente la siniestralidad de su operación, también garantice la salud de quienes trabajan en ella, para quienes dedican la mayor parte del tiempo en los aviones.