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EDICIÓN ESPAÑA

Cauca: salsa, azúcar y café

El valle del Cauca, en el suroeste de Colombia, en la zona andina, entre las cordilleras central y occidental, es uno de los lugares más accesibles de un país en el que los desplazamientos son difíciles por las distancias y las pobres infraestructuras de transporte. Partiendo de la capital del Departamento del mismo nombre, Cali, se accede a los lugares más interesantes circulando por las mejores carreteras de la nación, tras cruzar Palmira, capital agrícola en la que se ubica el aeropuerto, aunque no se recomienda la visita al tener un alto índice de delincuencia. El resto del valle es seguro.

 

El valle ha estado habitado desde la prehistoria por tribus indígenas de la familia Caribe, entre ellos los deliciosamente llamados indios “gorrones”. En el municipio de Colima-Darién hay un interesante museo arqueológico, con piezas de hasta diez mil años de antigüedad.

 

Los conquistadores capitaneados por Sebastián de Belalcazar lo ocuparon pronto y fundaron, ya en los años treinta del siglo XVI, ciudades como la propia capital y Guadalajara de Buga, camino de Perú y en búsqueda del famoso Dorado. Su amplitud, doscientos cuarenta kilómetros de largo y entre doce y treinta de ancho ofrece gran diversidad.

 

En las llanuras situadas a mil metros de altitud se cultiva fundamentalmente la caña de azúcar y en las laderas de las montañas el famoso café de Colombia. Es actualmente uno de los principales destinos turísticos del país. Su riqueza hidráulica y la alta pluviosidad, especialmente en otoño, garantizan que el visitante pueda gozar de unos paisajes absolutamente verdes e inmensos que no se limitan a la caña y al cafetal, sino que incluyen variados tipos de palmeras, bambús de hasta veinte metros, flores de todo tipo, como las increíbles heliconias y, cómo no, las orquídeas, aves y mariposas infinitas en sus parques nacionales. Su clima ecuatorial permite la visita durante todo el año.

 

En todo el valle hay haciendas, algunas históricas reconvertidas en hoteles, que ofrecen un alojamiento auténtico, muy concurridas por los caleños de recursos y los turistas foráneos. El plato típico de la zona es el sancocho –cocido– de gallina, que acompañan con aguardiente, ron o cerveza.

 

La ciudad de Buga conserva bien el aire colonial con abundantes y restauradas casas del XVII y XVIII y con la basílica de Nuestra Señora de los Milagros, importante centro de peregrinaje.

 

Cali, tercera ciudad de Colombia, con cerca de tres millones de habitantes, goza de un clima extraordinario que anima a los locales a disfrutar de los espacios abiertos como el Boulevard a la orilla del río, totalmente modernizado y en el que se puede admirar la localmente famosa estatua del gato de más de tres metros de altura que ha sido imitada en todo tipo de materiales y colores en lugares públicos y privados, por lo que siempre hay un gato cerca. La alegría y simpatía de la población de origen afroamericano, europeo e indígena se contagia fácilmente. La gratuita y omnipresente sonrisa es muy apreciada por el visitante.

 

Cali se ha autoproclamado capital mundial de la salsa que puede ser bailada en diversos lugares o admirada a lo grande en el inigualable El Delirio, espectáculo con más de trescientos bailarines. A los festejos taurinos acuden aficionados de muchos lugares.

 

Aunque no queda mucho del Cali colonial, merece la pena un paseo por el barrio de San Antonio, con algunas casas del XVIII, reconvertidas en bares y restaurantes en los que disfrutar de las especialidades del valle. Los turistas y los locales suben al cerro de Cristo Rey, desde el que se divisa una panorámica completa de la ciudad, o hacer la sacrificada caminata de siete kilómetros a otro cerro, el de la Tres Cruces, con su historia milagrera.

 

El lugar más típico es el mercado de la Alameda, en el que se ofrecen los productos locales, frutas diversas y todo tipo de pescados del Pacífico que pueden tomarse en sancocho, fritos o en ceviche, en sencillos puestos que tienen una gran demanda por su extraordinaria calidad y precio reducido.

 

Los que dispongan de tiempo pueden desplazarse por carretera a Buenaventura, a unos ciento veinte kilómetros, principal puerto de Colombia. Entre julio y octubre se pueden avistar las ballena jorobadas y escuchar sus cánticos.


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