82.000.000 de razones para el optimismo y 5 para el pesimismo

El poder político constituido, es decir, la Presidencia del Gobierno en ejercicio, esto es, Mariano Rajoy, estalló de gozo en la Ciudad Eterna cuando la pasada semana el ministro de Industria, Energía y Turismo, Álvaro Nadal, le pasó los datos exactos del pasado ejercicio 2017.

No tiene precisamente el Gobierno muchos motivos para la euforia, ni para el regodeo tal y como están los grandes asuntos; pero este del dato de turistas siempre ha hecho especial “tilín” al jefe del Ejecutivo. Por lo que sea; pero puedo escribir que le produce especial satisfacción.

Bien. 82 millones de visitantes que han dejado una buena pasta en las arcas de España. Con un incremento del gasto considerable. ¡Albricias! Casi dos visitantes por cada español. ¡No está mal! Pero, oiga, eso es ya pasado. Nos interesa el presente y sustancialmente el futuro.

Quizá el año de gracia del 2017 debamos recordarlo con amor y emoción. Como el final de un proceso imparable que ha hecho grande a nuestra primera industria nacional y ha permitido a sus principales actores situarse como deben en el mundo libre. Probablemente lo contemplemos y podamos escenificarlo en la próxima e inminente reunión de Fitur.

82 millones de turistas para una población de 45 millones es una cifra realmente récord y extraordinaria. Batirla en términos absolutos no será nada fácil. Y es aquí donde entra con todo su vinagre la incertidumbre respecto a los próximos doce meses.

El espectacular dato 2017 ha servido, por fin, para batir a Estados Unidos como segundo destino turístico del mundo. Sólo la gran Francia sigue por delante pero se sitúa a un tiro de piedra. Todos los expertos coinciden en señalar que si las cosas continúan haciéndose moderadamente bien el liderazgo absoluto mundial es posible.

Preferente.com ha tabulado con gran precisión los cinco argumentos para el llamado “pesimismo hotelero” que no siempre coincide con el “optimismo turístico” pero es, sin duda, un “inpunt” importante a tener en cuenta. De esas cinco razones, desde mi punto de vista, los dos argumentos más decisivos son la debilidad de la libra británica a razón del Brexit (si es que realmente se lleva a cabo) y la inestabilidad política interna española. Luego vendría un tercer apunte en lo relativo a la vuelta a la normalidad de los principales competidores españoles, fundamentalmente, en el área mediterránea. Dato, por cierto, a tener muy en cuenta y no despreciarlo.

El resto de ellos, como la famosa ecotasa, es asumible y de hecho se está deglutiendo con más o menos fervor, pero deglutiendo.

He pasado unos días en República Dominicana –con tanto ancestro español insustituible - y ahí he comprendido la importancia suprema del buen turismo en un país en vías de desarrollo. Nosotros les llevamos medio siglo de adelanto pero en muchos aspectos he podido comprobar –con sinergias mejores que aquellas– lo que fue el inicio y despegue a gran nivel de la que hoy es primera industria nacional. Nuestros empresarios están sólidamente instalados ahí y saben cómo aprovechar recursos y oportunidades. Lo aprendieron aquí y lo exportaron, mejorado o adaptado a las distintas circunstancias, allí. Viene a ser más de lo mismo.

Fitur debe ser una oportunidad también para la reflexión. Para sumar y continuar. Si las administraciones rebosan euforia y algarabía por los magros resultados cosechados durante el 2017 y por haber superado con indudable éxito la crisis terrible es el momento de trabajar codo con codo con empresarios, ejecutivos, empleados y sectores sociales para hacer de la industria turística un lugar señero y un icono del acontecer nacional donde se concita el consenso y los intereses comunes y generales.