Tras 28 años, el Imserso sigue igual

El presidente de los hoteleros de Benidorm, Antonio Mayor, ha escrito un excelente artículo en este digital, en el que pedía una revisión del programa de viajes del Imserso, que cumple 28 años. A lo largo de su exposición reitera la necesidad de la revisión general del programa, aunque cuando se lee con detalle se observa que prácticamente sus propuestas se limitan a pedir una mejora en los precios que se pagan a los hoteleros que reciben a estos viajeros. El empresario aduce que hoy ya no se trata de dar oportunidades a quienes nunca antes habían tenido ocasión de hacer un viaje, sino que estamos ante un turismo bastante experto en aprovechar lo que se ofrece. Para Mayor, hoy por hoy no es aceptable pagar 18 euros diarios -el precio mínimo- por una estancia de estos viajeros, y es urgente una revisión del programa.

Podríamos criticar a Antonio Mayor por prácticamente limitar toda su reflexión a un asunto que, siendo bastante cierto, sólo afecta a sus asociados. Sin embargo, hemos de convenir que él es presidente de los hoteleros de una ciudad y que, por ende, su obligación es atender a quienes representa, lo cual convierte en lógico y previsible que se centre en la cuestión de los precios del alojamiento. Pero para quienes no representamos a nadie, el tema nos suscita más ángulos de comentario.

El punto de partida de Mayor, en el sentido de que el programa de viajes tiene ya 28 años y que bien merece una revisión, es absolutamente cierto. De hecho este es probablemente el gran problema de este país: en estos años prácticamente nadie ha cambiado una coma de lo que se diseñó en su momento. Es tal el pánico que tienen nuestros gestores a hacer algo que pueda suponerles un riesgo, que somos capaces de mantener este programa incluso cuando como es evidente hoy las cosas han cambiado desde todo punto de vista. Por ejemplo, hay cuestiones concebidas entonces que hoy, ante la crisis económica profunda que vivimos, que ha conducido al gobierno a recortar gastos de todo tipo, parecen incongruentes. ¿Cómo podemos sostener que, por ejemplo, los hospitales públicos quieran cobrar los medicamentos que dan a sus enfermos y, al mismo tiempo, subvencionamos los viajes de ocio de la tercera edad? ¿Es razonable que estos viajes se ofrezcan por los mismos precios a todos los pensionistas, sin tener en cuenta sus rentas ni ningún otro dato de su situación económica? Quizás se podría introducir una mejora de categoría para los viajeros, si ellos se pagan la diferencia; quizás se podría contemplar más flexibilidad en la configuración del producto. No hablemos de que aún hoy, el funcionamiento del programa prácticamente repite lo que se hacía en la época pre-Internet.

Aunque hay algunas excepciones, en muchas de las zonas en las que se aplica el programa del Imserso no se ha producido una revitalización invernal del turismo, que era una de las expectativas iniciales. Apenas se mantiene la actividad limitadísima de algunos hoteles, centrados en estos viajeros, y poco más. Era y sigue siendo una oportunidad para ampliar la temporada, para crear estímulos para reabrir oferta, para ampliar las áreas en las que se captan los turistas, pero no se ha avanzado casi en absoluto porque apenas se han complementado estas iniciativas con otras paralelas. Y no habrá sido por no haber tenido tiempo.

Pese a que muchas autonomías han expresado algún deseo de extender a nivel de toda Europa este tipo de programas, ¿qué ha planteado el Gobierno ante los respectivos foros de la Comisión Europea? ¿Es que un viajero alemán, británico o escandinavo no preferiría visitar nuestro país en invierno antes que quedarse en el suyo? ¿Es que nuestros viajeros internos quizá no quisieran ir al Norte en algunos meses de primavera y verano? Todos los países de Europa, al menos de la Europa más desarrollada, tienen amplios programas de viajes de ancianos, aunque no siempre están subvencionados.

En 28 años no hemos cambiado ni siquiera la estructura de gestión, ni el modelo de ofertas, ni la financiación, ni casi las áreas cubiertas con los programas. Ni siquiera ha habido una conferencia con las partes afectadas por el programa, para escuchar si tienen propuestas a introducir, cambios a suscitar. Si en lugar de una Administración pública anquilosada, da igual el partido que gobierne, dispusiéramos de gestores motivados y con sentido de su responsabilidad, hace tiempo que habríamos innovado, mejorado, corregido y redibujado una iniciativa que fue brillante en su momento. Y observen que en ningún momento se parte de la idea de que se ponga más dinero. Es mucho más importante pensar, analizar, que no pedir dinero.