Corría el mes de agosto de 1991 cuando se aprobó que cualquier línea aérea nacional o extranjera podría operar entre aeropuertos españoles antes de 1993, rompiendo así el monopolio de Iberia y sus filiales Aviaco y Binter.
Ante este anuncio, el presidente de Iberia, Miguel Aguiló, señaló que “los burócratas de Bruselas” no estaban demostrando la capacidad para resolver los problemas del tráfico aéreo y calificó de contradictorios los procesos de liberalización con los de mejora de competitividad. Insistía además, que “habían han retirado los slots para dárselos a nuevos operadores”, lo que a su juicio era casi “una expropiación”.
Apuntaba también que “donde no cabemos los que estamos, la CEE propone abrir camino a los competidores y lo hace desde una propuesta que contiene enormes contradicciones”.
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