Adelson se va y deja muchas lecciones

Y también Madrid perdió Eurovegas, como había ocurrido antes con Cataluña. El gran negocio del siglo que nos había caído del cielo, lo perdemos tal como llegó. Pero, entre tanto, quedamos retratados, con nuestros trapos al aire. Adelson no habrá repartido riqueza, pero ha demostrado que aquí fallan muchas cosas. Y pudo haber sido peor, de no haber terminado con esta saga.

La historia, para ser breve, consiste en que Sheldon Adelson, este empresario del juego que hizo su fortuna fundamentalmente en Macao (ya se imaginan ustedes), aparece por España y promete una inversión espectacular, de 30 mil millones de euros, para construir una Eurovegas. Eso conduce a una especie de puja entre Cataluña y Madrid que, finalmente, se decanta por la capital. En ningún momento, en esas fases de la negociación, el inversor pide condiciones inaceptables, salvo algo relativamente menor, en relación con el tabaco. Pero ahora, más recientemente, se descuelga con que quiere garantías de que no tendrá más competencia y, especialmente, de que un gobierno futuro no modificará el entorno legal que afectaba al proyecto. Por lo que sabemos ahora, esas peticiones se mantuvieron en silencio hasta que este viernes, finalmente, el Gobierno dijo que la inversión se perdería porque Adelson recibiría un sonoro 'no'. Y nosotros, por su parte, perderíamos la inversión que iba a hacer ricos a los habitantes del Suroeste de Madrid. El gozo en un pozo. Hasta el precio de las acciones de Uralita se hundieron en Bolsa, al saber los inversores que esta empresa se quedaba sin un cliente potencial de primera.

El episodio todo merece una reflexión, aunque, para ser sinceros, requiere más bien de una película de Berlanga. El asunto es tremendo porque deja en evidencia nuestra imagen internacional, como explicaré. Lo excepcional y extraño del proyecto comienza porque Adelson acude a España, pero no a una zona turística a la que acuden millones de extranjeros, sino a Madrid, exactamente en el lugar más alejado del aeropuerto. Puede que su 'Las Vegas' tuviera potencial suficiente para atraer a tanto jugador, pero parece un poco peregrino pretender hacer Las Vegas en un país que hoy está azotado por una fuerte crisis económica, ergo sin capacidad de gasto familiar, y que hubiera dependido de mercados ajenos al nuestro para mantener el negocio.

Apenas Adelson anuncia la inversión, como es tradicional en el país, aparece un grupo de partidos políticos oponiéndose al proyecto y diciendo que aquello es una vergüenza. ¿Es que la izquierda hizo algo para luchar contra el juego cuando gobernaba? Ahí está el marco legal, en el que cabía Adelson casi perfectamente. Al mismo tiempo, no menos llamativo y sí muy revelador, organizamos un circo entre Madrid y Barcelona para adjudicarse la obra. Las dos ciudades más importantes de este país ofreciéndose casi a cualquier precio a un empresario desconocido para lograr el titular de que captaba inversiones. En los dos casos el final fue patético, aunque el de Barcelona, teniendo que buscar en una inversión típica de la época del boom, en un empresario de ese momento, Enrique Bañuelos, fue realmente chocante. (El proyecto está arrastrándose por los despachos, después de que la banca se negara a financiarlo.)

Si Adelson fuera un empresario modélico, se habría quedado petrificado de ver que algunos partidos amenazaban con modificar el marco legal que le afectaba, para desdecir el sí que estaba obteniendo del Gobierno español. Eso también nos destapa. No ocurre en ningún lugar más que aquí, por supuesto.

Pero lo más clarificador, lo más sorprendente, es que Adelson, después de dar mil vueltas, se atreve a plantearle al Gobierno español una petición que revela inequívocamente la imagen que tiene de este país: que nos comprometamos a dos cosas, una de las cuales es que un gobierno futuro no permitirá que tenga competencia. A esta petición, como habrán notado, la respuesta de España no es instantánea, como lo hubiera sido en cualquier país serio, sino que se pide un informe a la Comisión Europea, para que nos diga si podemos o no impedir la competencia. ¿Se habría atrevido alguien a plantear esto en otro país? Y, suponiendo que lo hiciera ¿habría otro país capaz de preguntar tamaña barbaridad a la Comisión Europea?

La segunda petición, que España se comprometa a no modificar las leyes en un sentido que le afecte, es inaudita por partida doble: de un lado, porque revela que de la seguridad jurídica de España no se fía nadie y, por otro, porque el empresario se atreve a planteárselo al Gobierno. Lo cual tiene dos lecturas: por un lado, la petición refleja que Adelson no se fía de nosotros, pero por otro, probablemente tiene razón porque aquí cada gobierno cambia las leyes sin contar con lo que hizo el anterior, con los compromisos que asumimos como país. Donde dije digo...

Observen que la compañía del magnate del juego no anuncia que deja España para intentar instalarse en otro país europeo, seguramente porque descarta que cualquier otro le quiera escuchar en estos términos, sino que nos indica que se va a Corea o Japón, donde por supuesto, si llega a llevar a cabo la inversión, ni se le ocurrirá pedir lo mismo que aquí. Y observen que agradece los desvelos del Gobierno, como si este tipo de pedidos merecieran los esfuerzos.

Pero atención, porque las cosas pudieron haber sido mucho peores, si Rajoy no hubiera acabado con este circo. Ha sido tarde, pero en otras circunstancias quizás hubiéramos hasta reformado la Constitución. Quién sabe.

La cuestión final aquí no es tanto por qué no se paró esto antes, sino por qué este empresario sí se atreve a pedirnos lo que ni se le pasa por la cabeza plantear en otro país europeo. En todo caso, no intenten responder a esta pregunta, porque la respuesta les va a sumir en la depresión.